Fraternidad
Esta palabra proviene del latín (Fraternitas) y significa “cualidad propia de hermanos”. La mayoría de las veces la idea de una “Fraternidad Humana” o “Fraternidad Universal” esconde un deseo, una aspiración bastante vaga, algo así como: “¡qué bueno sería que los hombres estuviéramos más unidos, como si fuésemos hermanos!”. Pues no. La Fraternidad no es simplemente una aspiración sino una ley de la naturaleza y al hablar de ella es bueno recordar ese antiguo axioma que muchas personas repiten sin entender su significado: “Todos somos uno”.
¡Todos somos uno! Esta frase no es un eslógan novedoso de la “New Age” sino una idea potente y tradicional que condensa en tres palabras el sentido último de la “Fraternidad Universal”.
Todos nosotros formamos parte de una unidad, de un único y gigantesco ser vivo que fue bien descrito por Platón en el Timeo: “existe un ser viviente dotado con alma e inteligencia, (…) una entidad única y tangible que contiene, a su vez, a todos los seres vivientes del universo, los cuales por naturaleza propia están todos interconectados”. (1)
El cuerpo de este gigantesco animal cósmico (“Corpus Mundi”) es el que conforma el cuerpo de cada uno de nosotros, ese vehículo material que tarde o temprano tendrá que volver a la tierra en un proceso que algunas escuelas llaman “restitución” en alusión a un versículo de la Biblia: “Volverás a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19). Pero, además de un cuerpo, ese ser único también posee un Alma llamada tradicionalmente “Alma cósmica” o “Anima Mundi”, de la cual forma parte el Alma de cada uno de nosotros (“Anima Homo”).
Por último, siguiendo el clásico esquema trinitario, esa entidad universal tiene además un “Spiritus Mundi”, que completa la correspondencia entre “lo de arriba” y “lo de abajo”, remitiéndonos inexorablemente al viejo concepto hermético de “Así como es arriba es abajo”.
Cada uno de nosotros es un microcosmos vinculado a un macrocosmos. En otras palabras: el hombre es un universo microcósmico o –a la inversa– el universo es un hombre macrocósmico, por lo tanto si aceptamos que dentro de cada uno de nosotros se encuentra representada la totalidad del Cosmos, podemos concluir que conociéndonos a nosotros mismos llegaremos a conocer la naturaleza de Dios y del Universo, lo cual no es otra cosa que nuestra propia naturaleza.
Es bastante difícil hablar de Fraternidad y de Unidad cuando -en pleno siglo XXI- el hombre moderno sigue buscando cualquier excusa para la separación y la diversidad (religiones, razas, nacionalidades, clases sociales, orientaciones sexuales, simpatías deportivas, etc.), insistiendo en la construcción de muros gigantescos para evidenciar esta separación o perpetrando atentados criminales para dejar en claro que ninguna paz será posible mientras existan “otros” que piensen diferente.
Un mundo nuevo y mejor podrá emerger solamente de la Unidad en la Diversidad, y eso incluye a blancos y negros, hombres y mujeres, cristianos y musulmanes, heterosexuales y homosexuales, jóvenes y viejos, personas de derechas y de izquierdas, etc.
¿Cómo podemos construir una Fraternidad Universal? Empezando con núcleos, con pequeños grupos que congreguen a los “nobles de corazón”, a aquellos hombres y mujeres que estén dispuestos a trabajar por la reconstrucción, de una forma re-evolucionaria y que tengan bien presente en todo momento que somos Hermanos, células de un mismo Ser.
¿Y qué pasa cuando se reúnen personas que vibran en la misma sintonía y que se adhieren a un mismo Ideal? Los Hermanos Mayores (sea cual sea la connotación que le demos a esta expresión) estarán ahí mismo, guiándolos, inspirándolos. Así se entienden las palabras del Cristo cuando promete que “donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. (Mateo 18:19)
Frater / Soror
Esta palabra “Frater” es latina y significa “Hermano”, aunque en muchas órdenes y fraternidades se sigue utilizando en latín o bien de los dos modos. De la palabra sánscrita bhrathru provienen los vocablos bruder (alemán) y brother (inglés), que quiere decir “hijos del mismo padre”.
La palabra “Soror” también posee origen latino y quiere decir “Hermana” y en las cofradías religiosas de monjas ha pasado a ser “Sor”, seguramente por influencia catalana, francesa (sœur) o italiana (sorella).
En algunos textos alquímicos se habla de una “Soror Mystica”, una dama que ayuda al alquimista varón (artifex o vir sapiens) a trabajar en el proceso y que -en la mayoría de los casos- es una representación metafórica de su Alma.
En ocasiones, la soror mystica dejaba de ser un mero símbolo y era encarnada por la compañera del alquimista, como en el caso de Perenelle Flamel, esposa de Nicolás Flamel, y cuya imagen aparece en la portada de “El libro de las figuras jeroglíficas” (1399), Teosebia, la fiel discípula de Zósimo de Panópolis o la hija de Thomas South, más tarde convertida en Mary Ann Atwood (2).
Estos términos fueron tomados de la literatura alquímica y adoptados por las primeras sociedades rosacruces, donde el hombre era reconocido como “Frater Mystico” (Hermano en el Misterio o Hermano del Alma) y la mujer como “Soror Mystica” (Hermana en el Misterio o Hermana del Alma), haciendo hincapié en un vínculo fraternal que estaba por encima de lo sanguíneo.
De hecho, esto mismo fue lo que ocurrió con el celebre alquimista Thomas Vaughan, traductor de la “Fama Fraternitatis” en el año 1652, y que decía pertenecer -junto con su “soror mystica” Rebecca- a la “Sociedad de los Filósofos Desconocidos”. Según cuentan los biógrafos, Vaughan “una considerable parte de sus experimentos fueron realizados en conjunto con su esposa y su nombre fue asociado posteriormente con uno de ellos, el Aqua Rebecca”. (3)

Nicolas y Perenelle Flamel

Thomas y Rebecca Vaughan

El Frater Mystico y la Soror Mystica trabajando en su laboratorio
Por lo tanto, los términos “Frater” y “Soror” (4) parten de la aceptación de una hermandad de hombres y mujeres o -mejor aún- de almas encarnadas en cuerpos masculinos y femeninos, una Fraternidad espiritual, un círculo de amor vinculado a la tan mentada “nobleza del corazón” de la que hablaban los trovadores medievales (la “gentilezza”, gentil=noble) y que inspiró a diversas corrientes iniciáticas de Occidente.
Esta “nobleza del Alma” no tiene nada que ver con provilegios sanguíneos hereditarios ni por linajes de rancio abolengo sino por el reconocimiento de que todos los seres humanos contienen en su corazón una chispa divina que nos hermana y nos convierte en “dioses en estado de crisálida”.
En este sentido, el Sendero Iniciático muchas veces es concebido como un “noble camino” que puede ser recorrido por “nobles caminantes” o “nobles viajeros”, que -al reunirse en núcleos fraternales- constituyen una “aristocracia cordial”.
“Nobilitatis virtus non stemma” (“La Virtud, no el pedigree, es el signo de la nobleza”)
Notas del texto
(1) Platón: “Timeo”
(2) Michael Maier habla de cuatro mujeres que lograron obtener la piedra filosofal, a saber: María la judía, Cleopatra la Alquimista, Medera y Taphnutia. (Véase: Raphael Patai: “The Jewish Alchemists: A History and Source Book”)
(3) Waite, Arthur Edward: “Works of Thomas Vaughan: Eugenius Philalethes”. Una obra interesante para profundizar sobre esto es en la obra de Donald R. Dickson “Thomas and Rebecca Vaughan’s Aqua Vitae: Non Vitis” donde se señala que “Rebecca Vaughan fue una activa compañera en los experimentos alquímicos durante su matrimonio con Thomas”.
(4) En plural “Fratres” y “Sorores” y nunca “Frateres” ni “Fraters” y tampoco “Sórores”.